El pasado viernes tuvimos la oportunidad de conocer los tests de stress de la banca europea, cuyos resultados más notorios fueron que siete entidades europeas arrastrarían graves problemas de solvencia, en el caso de presentarse un panorama económico aún más negativo -si cabe- que el actual.
Los siervos españoles del régimen, representados por el gobernador del Banco de España y esa vicepresidenta y ministra de Economía, Elena Salgado, que, más que ministra, parece simple secretaria de Estado, aparecieron inmediatamente ante las cámaras muy contentitos porque -según ellos- la banca española había superado con creces las susodichas pruebas.
Más circunspecta la ministra de Economía, el gobernador de nuestro banco central se mostró muy dicharachero, mostrando en su rostro lo que se podría denominar "la felicidad del bobo".
Ese señor que más bien parecía un vejete, al que le faltaba la boina, de esos que echan partidas de dominó en los bares de pueblo, habló y habló sin parar y sin ofrecer un dato concreto: es decir, qué cajas españolas no habían superado el examen. Hasta tres veces le tuvieron que preguntar los periodistas para que concretara el nombre de las mismas, y se limitó a enumerar, con reticencias, el nombre de los nuevos grupos bancarios recién creados tras las fusiones frías, nombres que nadie conocía. Es decir: hizo todo lo posible para evitar una enumeración del nombre concreto de las cajas afectadas.
Estos berzas de la economía española que tenemos la desgracia de padecer, por obra y gracia de unos mentalmente artrósicos votantes, alardeaban de que España -a diferencia de los demás países- había hecho un ejercicio de transparencia al someter a los tests al 95% de nuestras entidades bancarias, mientras que, por el contrario, sólo era obligatorio hacerlos al 50% de la banca. Los demás estados se habían limitado a realizar las pruebas al 60% de sus entidades financieras como mucho. Si España hubiera hecho el examen al 60% del conjunto fianciero, el resultado hubiera sido similar al de la mayoría de los Estados, que rápidamente proclamaron que sus bancos habían aprobado al 100% el examen.
Aquí, por el contrario, alardeamos de un falso quijotismo: No, nosotros haremos el examen a la casi totalidad de nuestro sistema, en un ejercicio de sinceridad y transparencia, tal y como dijeron los voceros del socialismo...
De esta forma conseguimos que España fuera el país con más suspensos bancarios de toda la Unión Europea: de siete suspensos, cinco correspondieron a entidades españolas... Y aún seguían contentos los estultos mencionados...
Señores, de tanta sinceridad, de tanta transparencia, por el mero hecho de llevar un traje tan cristalino, a España se le ha visto el chichi, el potorro, el pollamen o el culete... lo que ustedes prefieran...
Mientras que un país como Grecia sólo mostraba una entidad en mal estado... ¡nosostros presentábamos cinco!... Si Grecia está como está... ¿cómo estará entonces España...? -pensarán el común de los mortales...
Da igual que nos demos palmaditas en la espalda a nosotros mismos alabando nuestra transparencia sin par...
...El planeta nos ve como el país con más entidades financieras en posible situación de insolvencia de Europa... Y no hay vuelta de hoja.
Si hubieran visto en directo la rueda de prensa que tuvo lugar a la vez en Londres, y que en España se ocultó al superponer al mismo tiempo las declaraciones del gobernador y de la vicepresidenta, se habrían dado cuenta de que, la mayor parte del tiempo, sólo se habló de España: del dinero que aún se debía aportar a los citados bancos y de todo el dinero que el Estado había aportado previamente a los mismos. No se hablaba de otra cosa, como si el problema de Europa no fuera otro que España.
Estos gobernantes socialistas me recuerdan al típico tonto, al cenutrio de pueblo -o de ciudad- que, tras un ataque de prurito anal y en un alarde de sinceridad, va diciendo a todo el mundo con el que se cruza: "Señor, me pica el culo"... "Señora, señora, me pica mucho el culo"... El pobre tonto no miente: es todo un monumento a la sinceridad y la transparencia, pero no por ello su actitud es la más idónea.
Los socialistas, como siempre, se han comportado una vez más como el pobre zote del ejemplo, como el idiota que muestra las vergüenzas con desfachatez.
Muchas veces, la transparencia propia es el mejor medio para tapar las vergüenzas ajenas...
Estos gobernantes socialistas me recuerdan al típico tonto, al cenutrio de pueblo -o de ciudad- que, tras un ataque de prurito anal y en un alarde de sinceridad, va diciendo a todo el mundo con el que se cruza: "Señor, me pica el culo"... "Señora, señora, me pica mucho el culo"... El pobre tonto no miente: es todo un monumento a la sinceridad y la transparencia, pero no por ello su actitud es la más idónea.
Los socialistas, como siempre, se han comportado una vez más como el pobre zote del ejemplo, como el idiota que muestra las vergüenzas con desfachatez.
Muchas veces, la transparencia propia es el mejor medio para tapar las vergüenzas ajenas...